Les contamos que en el Seminario Menor estamos nuevamente en nuestros trabajos ordinarios. Los muchachos en sus clases respectivas, los maestros retomando sus cursos y los formadores también en nuestras tareas. Pero gracias a Dios todo muy bien. Nos encomendamos a sus oraciones y cuenten también con las nuestras.
Compartimos con ustedes un cuento, es muy bueno y deja una enseñanza cierta. Cuando nuestros prejuicios se adelantan, cambian nuestra forma de pensar y de ver a las demás personas. Eliminemos desde el principio todo prejuicio.
HISTORIA DEL LEÑADOR QUE HABÍA PERDIDO SU HACHA
Un leñador buscaba su hacha. Al darse cuenta que la había
perdido, se puso a buscarla en los lugares donde la había usado recientemente,
pero sin éxito.
Poco a poco, una idea se impuso en su mente: alguien le
había robado el hacha. Su sospecha recayó entonces sobre el hijo de su vecino.
Se puso a vigilar el comportamiento del joven. A fuerza de
observarlo, su sospecha se trocó bien pronto en certeza: aquel muchacho era un
ladrón. Su mirada no era franca; su aspecto era turbio; su aspecto temeroso
desvelaba un lado engañoso. En resumen, tenía la mirada de un ladrón, el andar
de un ladrón, el aspecto de un ladrón. Nuestro leñador sólo aguardaba la
ocasión propicia para desenmascararlo.
Pero un día, mientras atravesaba un terreno en el que había
cortado madera, tropezó con un objeto: era su hacha. Este suceso le dejó
perplejo. Aunque renunció a ver a un ladrón en el muchacho, continuó, sin
embargo, mirándolo de forma malévola.
¡¡¡ DIOS BENDIGA A TODAS Y TODOS !!!
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