La Eucaristía, vida de nuestra fe.
Sin la
Eucaristía es difícil, si no imposible, mantener la fe viva. Porque ella nace
desde el contacto con Dios. San Pablo sabía muy bien esto cuando explicaba
recordando la Eucaristía: “Cada vez que coméis de este Pan y bebéis de la Copa,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. Sí, verdaderamente, la
Eucaristía es proclamación de nuestra fe. Es el misterio de nuestra fe. Sin
ella, como sin comida, nuestra alma muere. La fe muere. Con la Eucaristía y
gracias a ella, podemos vivir y multiplicar los dones del Señor en nosotros y
en cuantos nos rodean. Los discípulos de Jesús hacían esto, nos dice el
Evangelio, con pan sencillo, multiplicándolo para que todos comiesen. Claro que
no podían comprar pan para la multitud del desierto. De un modo meramente
humano no podían hacer nada. Lo único que necesitaban es confiar en el Señor.
Creer en Él, tener fe. Cristo tiene la solución.
De este modo
necesitamos entrar en la Eucaristía nosotros. Confiando al Señor todas nuestras
cosas, todos nuestros problemas y más aquellos que son para nosotros
insolubles, que parecen invencibles. Jesús ya tiene la solución, aunque
nosotros no la conozcamos todavía. Es verdad, muchas veces no la vemos, miramos
más las posibles e ineficaces soluciones que humanamente podemos pensar, que el
poder del Hijo del Hombre. Si no podemos comprar la solución parece que no
podemos hacer nada. Pero aquí está la solución y deriva directamente de la fe.
Es la esperanza nueva en contra de todas las esperanzas humanas ya caídas. Por
esto necesitamos reconocer al Señor que comparte con nosotros el Pan, Su propio
Cuerpo.
Así está siempre presente entre nosotros y
quiere saciar el hambre de cada hombre, ante todo, el hambre de fe y de
esperanza. El hambre de amor. Él mismo se ofrece como Pan en cada Eucaristía,
para que podamos comer y beber y nos saciemos. Directamente. Por eso hay vida
en nosotros. Por eso nuestra fe vive fuerte y eficaz. Por Él, por Su Cuerpo y
Su Sangre. La Eucaristía es como la Fuente de la fe viva que se da en
abundancia para todos. Que es suficiente lo mismo para el hombre creyente que
para aquellos que se encuentran en su camino. Descubrir la fuerza de la
Eucaristía es descubrir lo único que es verdaderamente necesario en nuestra
vida. Tras esto llegará o no el resto, pero la Vida ya está en nosotros. Amén.
¡¡¡ DIOS BENDIGA A TODAS Y TODOS !!!
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