Estamos terminando este mes de febrero y a cada uno nos ha dejado muchísimas cosas. Algunas son agradables y otras no tanto, pero lo cierto es que todo es bendición cuando los encausamos para bien.
Recordar, en primer lugar, que estamos en el año de la fe. Un tiempo especial que nos recuerda nuestro compromiso de profundizar en lo que creemos como cristianos católicos. Algunos medios que nos pueden ayudar en esto es la lectura constante del Catecismo de la Iglesia Católica, la profundización de los Documentos del Concilio Vaticano II, la lectura orante de las Sagradas Escrituras, la doctrina del Magisterio de la Iglesia, la práctica de los sacramentos y muchísimas formas más que cada uno puede hacer para conocer más a Jesucristo y tener una experiencia más profunda con él y para vivir mejor nuestro compromiso bautismal.
También en este mes de febrero iniciamos el tiempo santo de la Cuaresma. Un camino que nos conduce a la celebración de la Pascua y, con las prácticas de penitencia, ayuno, generosidad y oración, podemos prepararnos para contemplar estos misterios de la vida de Jesús, que para nosotros son acontecimientos de nuestra salvación. También una invitación a que todas las actividades que hacemos durante este tiempo nos ayuden a profundizar en nuestra fe y a un mayor compromiso con nuestros hermanos.
El último día de este mes (28 de febrero), ha sido para toda la Iglesia un día histórico. Fuimos testigos de un acontecimiento, quizá para muchos triste, pero sobre todo, un día, de agradecimiento a Dios por la vida y la entrega del Papa Benedicto XVI al servicio de toda la Iglesia. Hoy terminó el pontificado de este hombre realmente sabio y con una humildad admirable. El santo Padre nos ha enseñado y a no olvidar la parte humana de la Iglesia, pero también nos ha enseñado a poner nuestra confianza en Dios, porque este proyecto es de él y él sabrá dar a su Iglesia un pastor que continúe su misión en medio de la humanidad. La primera lectura de este día, tomada del libro de Jeremías, nos recuerda que es maldito el hombre que pone su confianza en el hombre. En estos momentos se nos invita a levantar la mirada y agradecer a Dios todo lo que hemos vivido y si en algún momento hemos experimentado flaquezas, no nos olvidemos que nuestra confianza tiene que estar puesta en Dios y no en nosotros mismos.
Nos encomendamos a sus oraciones para que nuestra labor de acompañar a los muchachos, dé frutos para la Iglesia.
Basílica de San Pedro
Gracias, Santo Padre. Gracias por tu entrega y toda tu enseñanza.
En este tiempo de cuaresma la penitencia y la oración nos acercan a Dios.
Fieles en la catedral de Sololá después de la Confesión.
!!! Dios bendiga a todas y todos !!!