Queremos agradecerles sus oraciones por la institución del Seminario Menor de Sololá y, sobre todo, por los formadores y seminaristas que vivimos en esta casa. Queremos recordarles que después de las vacaciones de Semana Santa, hemos iniciado esta nueva etapa con mucha alegría. Iniciamos con las clases, la convivencia y algunos trabajos pendientes. Pedimos sus oraciones y nosotros también lo haremos por ustedes.
Compartimos también una reflexión acerca de la Divina Misericordia, fiesta que estamos celebrando esta semana.
En
el Magnificat, la Virgen Santísima nos dijo: “su misericordia llega de
generación en generación” (Luc 1, 50). Cada era, cada generación debe responder
a Dios, a su acción salvífica, acoger la redención, batallar los males de su
tiempo, responder a las necesidades de su momento histórico. A los hombres de
cada generación les corresponde saber leer los signos de los tiempos, descubrir
la voz y acción de Dios y responder con obediencia a lo que El revela para
atraer su misericordia a esa generación. Toda esta acción salvífica va
manifestándose en cada generación y cada momento de la historia, hasta que
llegue el momento definitivo de la segunda venida de Cristo, que vendrá a
juzgar a vivos y muertos, a los hombres y mujeres de todas las generaciones,
vendrá a juzgar al hombre y su participación en la historia.
Desde la Resurrección del Señor estamos en este tiempo de misericordia y cada día que pasa nos acercamos más a la justicia Divina. Nos dice el apóstol San Pablo en 1 Tes. 5, “En lo que se refiere al tiempo y al momento hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.” Y por el gran amor que Dios nos tiene, ya que Él es el amor (cf. 1 Jn 4, 8), rico en misericordia (cf. Ef 2,4) y lento a la cólera (cf. Ne 9, 17), Él nos advierte y nos da este tiempo de preparación, nos da este tiempo de misericordia. El tiempo en cual Dios nos llama a la conversión y en cual nosotros también debemos ejercernos en la misericordia hacia los demás. Vemos en la Sagrada Escritura como los hombres, en el juicio final, serán juzgados según sus obras de misericordia, “tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis...” (Mt 25, 35).
Esta es la urgencia con cual el Señor se le revela a Santa María Faustina religiosa polaca de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia: “Hija Mía, habla al mundo entero de Mi insondable Misericordia”. “Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de Misericordia”.
La devoción a la Divina Misericordia es un llamado de Dios a los hombres que regresen a Él, que confíen en Él. Esta devoción, no es nueva, en realidad fue conocida desde los tiempos de Cristo. “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (Mt 18, 38). Vemos como el ciego confiaba en que el Señor lo podía sanar y le gritaba que tenga misericordia sobre él. Reconoce su ceguera y confía en Cristo el único que lo puede sanar. El mensaje de la misericordia es para todos los hombres, es también un mensaje para nuestros tiempos. El Santo Padre, Juan Pablo II dijo en la Canonización de Sta. Faustina: “no es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.
Desde la Resurrección del Señor estamos en este tiempo de misericordia y cada día que pasa nos acercamos más a la justicia Divina. Nos dice el apóstol San Pablo en 1 Tes. 5, “En lo que se refiere al tiempo y al momento hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.” Y por el gran amor que Dios nos tiene, ya que Él es el amor (cf. 1 Jn 4, 8), rico en misericordia (cf. Ef 2,4) y lento a la cólera (cf. Ne 9, 17), Él nos advierte y nos da este tiempo de preparación, nos da este tiempo de misericordia. El tiempo en cual Dios nos llama a la conversión y en cual nosotros también debemos ejercernos en la misericordia hacia los demás. Vemos en la Sagrada Escritura como los hombres, en el juicio final, serán juzgados según sus obras de misericordia, “tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis...” (Mt 25, 35).
Esta es la urgencia con cual el Señor se le revela a Santa María Faustina religiosa polaca de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia: “Hija Mía, habla al mundo entero de Mi insondable Misericordia”. “Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de Misericordia”.
La devoción a la Divina Misericordia es un llamado de Dios a los hombres que regresen a Él, que confíen en Él. Esta devoción, no es nueva, en realidad fue conocida desde los tiempos de Cristo. “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (Mt 18, 38). Vemos como el ciego confiaba en que el Señor lo podía sanar y le gritaba que tenga misericordia sobre él. Reconoce su ceguera y confía en Cristo el único que lo puede sanar. El mensaje de la misericordia es para todos los hombres, es también un mensaje para nuestros tiempos. El Santo Padre, Juan Pablo II dijo en la Canonización de Sta. Faustina: “no es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.
!!! Dios bendiga a todas y todos !!!
Estoy en tus manos Jesus misericordioso,
ResponderEliminarten compasion de mi.
Jesus ten compasion de mi.