«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo.
44 Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y
rogad por los que os persigan,
45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y
llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo
también los publicanos?
47 Y si no saludáis más que a vuestros hermanos,
¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo
también los gentiles?
48 Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial.
Reflexión:
Estamos a las vísperas de comenzar la segunda semana de Cuaresma.
Hagamos un alto en nuestra vida y preguntémonos cómo hemos aprovechado éstos días de la cuaresma.
Durante estos últimos tres días el Señor nos ha venido hablando en el Evangelio de la Misa del "Amor al prójimo" y cada día ha ido poniéndonos luchas más grandes: "traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes" (Mt7,12), "si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti ... ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve luego a presentar tu ofrenda " (Mt 5,23s). Hoy el Señor nos pide: "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los persiguen y calumnian" (Mt 5,44).
El Señor quiere que demos la talla de "hijos del Padre celestial" (Mt 5,45), hijos que alcancen la perfección de su Padre que está en los cielos.
En estos días de cuaresma, ¿Hemos luchado por ser los verdaderos "hijos del Padre Celestial" que luchan por amar a los demás sin ninguna diferencia?
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