Como es tradición, el día del Sagrado Corazón, celebramos esta solemnidad con la procesión del Santísimo Sacramento por los pasillos del Seminario Menor -nuestra procesión de Corpus-. En esta ocasión, queremos compartir -con todos nuestros lectores- una pequeña crónica de este día, escrita por uno de lo seminaristas. ¿Cómo vivió esta solemnidad un seminarista?:
Por la mañana, concluimos nuestras sesenta horas de exposición por el Romano Pontífice, con el solemne rezo de laudes. Todos quedamos marcados por la presencia de Jesús y ¿quién no?
Al terminar este oración matutina, empezaba la preparación de nuestro tradicional Corpus. Se notaba en los rostros de todos, aquella alegría "llena de fe y juventud", como dice el himno del Seminario. La casa se lleno de aserrín con colores llenos de vida; de altares tan creativos, con ángeles, resplandores, cortinas, uvas bellas y fragantes flores. Aún resuenan en nuestros oídos, lo que dijo uno de los sacerdotes concelebrantes: parecieran ser de aserrín, pero estan hechos de amor.
Así, se fue volando el día. De pronto, nos dimos cuenta que estabamos por comenzar la Santa Misa. Fue un celebración muy solemne: el coro que desde hacía varios días se preparó con ahínco; la liturgia muy pulcra, la devoción y el amor con se realizó todo. Fue impresionante.
Y pasó el Señor por nuestros pasillos -que en ese momento se convirtieron en Suyos- y los santificó. Recorrió nuestro camino diario, para enseñarnos a recorrerlo con Él, nos dió su bendición, para no olvidar que todo nos viene de Él y todo lo tenemos que llevar a Él. Aquel día fue excelso. Seguro Le gustó todo lo que preparamos.
¿Qué frutos cosechamos? Su presencia cambió a muchos y lograron unirse a El.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Tí confiamos!
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Tí confiamos!
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