Sólo la fe puede reconocer que la Iglesia
posee estas propiedades por su origen divino. Pero sus manifestaciones
históricas son signos que hablan también con claridad a la razón humana.
Recuerda el Concilio Vaticano I: "La Iglesia por sí misma es un grande y
perpetuo motivo de credibilidad y un testimonio irrefutable de su misión divina
a causa de su admirable propagación, de su eximia santidad, de su inagotable
fecundidad en toda clase de bienes, de su unidad universal y de su invicta
estabilidad" (DS 3013).
La
Iglesia es católica porque está esparcida por todo el mundo; enseña en plenitud
toda la doctrina que los hombres deben conocer; trae a todos los hombres a la
obediencia religiosa; es la cura universal para el pecado y posee todas las
virtudes.
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